¿Por qué las palabras Gratis, Oferta y Descuento atraen poderosamente nuestra atención?

Pese a estar acostumbrados a vivir en un mundo capitalista, pagar es algo que no deja de molestarnos o, al menos, disgustarnos.


Quienes inventaron las ofertas, tarjetas y cupones de descuento… Supieron hacer de eso un negocio, ya que disminuir el monto que uno costea para obtener un producto o servicio causa un placer que es prácticamente universal.

Invertir menos dinero de lo que tal o cual cosa se supone que vale, le agrega un plus de satisfacción a ese consumo. De hecho, solemos comentar a nuestros allegados “las gangas” que conseguimos, las rebajas que aprovechamos o el regateo que logramos. Estas pequeñas cosas nos hacen sentir “afortunados”. Nos da la impresión de que fuimos piolas o unos vivos bárbaros por haber sacado un provecho del sistema a nuestro favor.

Siguiendo esta lógica… ¿Cuál es el atractivo principal de los Hoteles All Inclusive? No creo que sean sus playas, ni sus piscinas… Tampoco sus actividades diurnas o sus espectáculos nocturnos… Para mí ahí hay algo más.

Cuando uno se hospeda en ese tipo de lugares tiene la inmediata sensación de que todo está al servicio de uno… Listo para ser deleitado… y encima ¡De manera (aparentemente)“gratuita”!

Esa es justamente la valiosa fantasía que crea este mecanismo hotelero, y por la cual atrae tanta cantidad de gente año tras año. Allí uno tiene la ilusión de que nada ha pagado.


De hecho, es frecuente escuchar a los huéspedes alentándose a usar instalaciones o engullir alimentos con el argumento: “total es gratis”. Si bien todos saben que, ya han pagado anticipadamente por todo lo que ofrece el resort… Es prácticamente inevitable creer que todo “nos está cayendo del cielo” cuando merodeamos dichas instalaciones.


Me pregunto entonces qué ocurre cuando las cosas son gratuitas

Por un lado, pienso que, en el corto plazo, no pagar por algo pareciera ser el “súmmun”, incluso cuando aquello que obtuvimos no tiene demasiado valor. Basta ver las campañas de promoción que regalan merchandising de poca monta, como llaveros o biromes… Allí podemos apreciar una horda desesperada de gente luchando por obtener alguno. Lo que parece paradójico es que… Si les cobraran una suma irrisoriamente baja por esos elementos, probablemente no la pagarían por ninguno. Es más… suele ocurrir que aquello que se empeñaron en conseguir, codazos y empujones de por medio, vaya a parar al fondo de un cajón sin pena ni gloria.

De todas maneras, la gratuidad es un capítulo aparte… Porque en verdad, no funciona de manera tan lineal. Por ejemplo, en muchas ocasiones ocurre que en el mediano o largo plazo, por tener un beneficio a cero costo dejamos de utilizarlo. Al no pagar por el mismo, no lo valoramos. Sí, así de complicados somos los seres humanos. De hecho, cuando una persona se entera que otra tiene la posibilidad de obtener un producto o usar  un servicio de manera gratuita y no lo hace… No lo podemos creer, pensamos que “dios le da pan al que no tiene dientes” e intentamos convencer en vano a aquel sujeto de que haga uso del beneficio… En ese momento, lo que no llegamos a advertir es que, seguramente nosotros en su lugar nos comportaríamos de una manera similar.

Una de las preguntas que decanta de lo escrito es “¿De dónde vendrá este deseo colectivo de no querer pagar?”. Pienso que va mucho más allá de lo monetario… Tal vez con la fantasía de que lo que digamos, hagamos o pensemos no tenga costo… Con la ilusión de vivir sin pagar ningún precio.


Comentarios

  1. "Tal vez con la fantasía de que lo que digamos, hagamos o pensemos no tenga costo… Con la ilusión de vivir sin pagar ningún precio" -Geniallllll

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares